jueves, 11 de septiembre de 2025

 

De la Competencia al Crecimiento: Transformando el Entorno Deportivo Infantil

Introducción
En los entornos deportivos infantiles y juveniles, el rendimiento ha sido tradicionalmente el principal criterio para evaluar el progreso y el éxito. Sin embargo, esta orientación puede resultar perjudicial si no se acompaña de una visión más integral del desarrollo del niño. Afortunadamente, un entorno orientado al rendimiento puede transformarse en un espacio más seguro y formativo si se enfoca en fomentar la resiliencia, valorar la mejora progresiva y recompensar el esfuerzo y la perseverancia.

Del rendimiento como meta al rendimiento como proceso
El enfoque tradicional de "ganar o perder" deja poco espacio para el crecimiento individual. Cuando el éxito se mide solo por resultados visibles como trofeos, tiempos o puntuaciones, se genera una presión que puede derivar en ansiedad, frustración y abandono del deporte. La transformación radica en cambiar esta concepción de éxito, sustituyéndola por una que valore el proceso de aprendizaje y evolución personal. Bajo esta nueva perspectiva, el rendimiento sigue siendo importante, pero se convierte en una consecuencia natural del desarrollo y no en su único objetivo.

Fomentar la resiliencia desde la práctica diaria
La resiliencia, entendida como la capacidad de sobreponerse a las dificultades, es una competencia clave tanto para la vida como para el deporte. En el entorno deportivo, puede cultivarse mediante la exposición controlada a retos y fracasos, en un clima de seguridad psicológica. Entrenadores y educadores tienen la responsabilidad de diseñar experiencias donde equivocarse no sea motivo de castigo, sino una parte esencial del aprendizaje. Este tipo de enfoque promueve una actitud positiva frente a los errores y contribuye a desarrollar niños y jóvenes más fuertes emocionalmente.

Recompensar la perseverancia y el esfuerzo
El reconocimiento en el deporte suele centrarse en los resultados. Sin embargo, cuando se valoran y premian actitudes como la constancia, la colaboración o la superación de dificultades personales, se enriquece el entorno de aprendizaje. Recompensar el esfuerzo permite que cada niño se sienta visto y valorado, independientemente de su nivel de talento o experiencia. Además, fomenta la motivación intrínseca, un motor mucho más sólido y duradero que la búsqueda de resultados externos.

Conclusión
Transformar un entorno deportivo orientado al rendimiento en uno más seguro no implica renunciar a la competitividad, sino redefinir el éxito desde una mirada más humana y pedagógica. Fomentar la resiliencia, reconocer el esfuerzo y valorar la mejora continua son pilares que permiten acompañar a niños y jóvenes en un proceso de formación integral. Así, no solo se construyen mejores deportistas, sino personas más fuertes, empáticas y preparadas para enfrentar los retos de la vida.

sábado, 6 de septiembre de 2025

El derecho a no fallar

Cada año miles de niños y niñas se ponen unas zapatillas, cogen un balón y confían en que su entrenador sabrá guiarlos. Esa confianza es un privilegio y una carga. El problema es que muchos entrenadores empiezan su camino aprendiendo a base de errores… pero esos errores no caen sobre ellos, caen sobre los chicos que entrenan.

No se trata de pedir perfección. Se trata de entender que el margen de error en la formación es pequeño, porque lo que está en juego no son partidos, sino personas. Cada mala corrección, cada exceso físico, cada grito fuera de lugar deja huella.

El entrenador novel suele pensar que necesita “improvisar” hasta ganar experiencia. Lo cierto es que improvisar con niños significa que cientos de ellos cargarán con tus ensayos. El aprendizaje del entrenador no puede ir por delante del derecho del jugador a una educación segura, respetuosa y de calidad.

Aquí está el núcleo: entrenar no es solo enseñar baloncesto. Es trabajar con cerebros en desarrollo, con cuerpos frágiles, con emociones que aún no saben regularse. Un exceso de carga física mal planificada puede condicionar una carrera. Una humillación en un entrenamiento puede marcar para siempre la relación de un niño con el deporte.

Eso no significa que el entrenador joven no tenga sitio. Significa que debe llegar mejor preparado: con bases pedagógicas, con nociones de neurociencia, con sentido de la responsabilidad. Igual que no ponemos a un médico en prácticas a operar sin supervisión, no deberíamos dejar que un formador eduque sin acompañamiento.

La experiencia llegará. Pero mientras llega, necesitamos un sistema que cuide a los jugadores y acompañe a los entrenadores. Porque cada niño que entra en una cancha tiene derecho a aprender, a divertirse y a crecer… sin ser el daño colateral de los errores de quien aún está aprendiendo a entrenar.


Inteligencia Artificial al servicio de la educación y el entrenamiento Desde hace un tiempo, trabajo con distintas herramientas de Inteligen...