jueves, 9 de octubre de 2025

 

Hábitos y Cambio de Conducta en el Entrenamiento de Baloncesto

El baloncesto no se gana solo con talento o intensidad. Lo que marca la diferencia es cómo se construyen los hábitos día a día. En lugar de centrarse únicamente en ganar campeonatos, los entrenadores y jugadores pueden mejorar de manera consistente aplicando las Cuatro Leyes del Cambio de Conducta y entendiendo el Ciclo de Hábitos: Señal, Anhelo, Respuesta y Recompensa.


1. Hacerlo Obvio

Todo comienza con la señal, ese pequeño detonante que nos empuja a actuar. Si quieres entrenar de manera constante, esa señal debe ser imposible de ignorar. No basta con decir “voy a tirar más”; hay que ser concreto: “Haré 50 tiros libres a las 7 p.m. en la pista del pabellón”.
Un hábito nuevo se consolida mejor cuando se vincula a uno ya existente. Por ejemplo, después de ponerte la ropa de entrenamiento, dedica diez minutos a manejar el balón. Incluso el entorno puede ayudar: dejar las zapatillas y la pelota a la vista hace que el entrenamiento se note sin pensarlo. Por el contrario, para evitar distracciones como el teléfono, simplemente guárdalo antes de entrar a la pista.


2. Hacerlo Atractivo

La motivación surge de anticipar la recompensa. Entrenar duro se vuelve más llevadero si lo asociamos con algo que disfrutamos: escuchar tu podcast favorito mientras haces acondicionamiento, o transformar cada sesión en un voto hacia la identidad que quieres construir: no “ganar un partido”, sino “convertirme en un jugador confiable para mi equipo”.
El entorno social también cuenta: estar rodeado de compañeros disciplinados y con hábitos sólidos refuerza los propios. Y los pequeños rituales, como una canción que activa energía o un estiramiento específico, ayudan a preparar la mente para la práctica.


3. Hacerlo Sencillo

Nadie se mueve hacia lo difícil por gusto. La Respuesta, el hábito en sí, ocurre cuando la resistencia es baja. Preparar la pista o el equipo con antelación reduce fricción. Empezar con algo mínimo, incluso dos minutos, facilita el arranque: atarte los cordones antes de correr, o hacer cinco tiros antes de practicar cien.
La consistencia importa más que la perfección al principio. Dominar la presencia y la rutina crea la base sobre la que se pueden construir habilidades complejas. Para evitar malos hábitos, también se puede aumentar la dificultad de la conducta indeseada, como dejar la cartera en casa para no comprar comida rápida.


4. Hacerlo Satisfactorio

El cerebro repite lo que le da placer. Como los beneficios del entrenamiento se ven a largo plazo, es clave crear recompensas inmediatas: marcar tus días en un calendario, disfrutar un batido tras la sesión o sentir la satisfacción de un estiramiento completo.
Si fallas un día, no es el fin; vuelve al ritmo cuanto antes para no perder consistencia. Y cuando hay alguien que vigila tu progreso, como un compañero o entrenador, la responsabilidad aumenta, haciendo que la inacción tenga un costo tangible.


5. El valor del sistema

El entrenamiento diario y el enfoque en la mejora marginal aseguran que las habilidades básicas se vuelvan automáticas. Esto libera la mente para tomar decisiones complejas bajo presión. Como decía Pat Riley, mejorar solo un 1% cada día puede parecer poco, pero a lo largo de la temporada esas pequeñas ganancias se acumulan y producen resultados extraordinarios.

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